Cuestión de etiquetas

En nuestro trabajo como Orientadores/as trabajamos con tutores, familias y alumnado para orientar sobre la respuesta educativa en base a una valoración o diagnóstico que en ocasiones, la mayor parte de ellas, conlleva etiquetar o diagnosticar. 

 

Muchas veces me encuentro en mi día a día con compañeros/as, familias, otros profesionales ajenos a la educación que se muestran reticentes a “poner etiquetas”, con la idea de que así estigmatizamos al alumnado o a su contexto, quitando así foco en la metodología o el rol docente o de la familia. Y hasta aquí no puedo estar más de acuerdo si nuestro trabajo como profesionales de la educación se quedara en este punto. Pero….

 

Nada más alejado de la realidad desde mi punto de vista. Como especialistas en orientación educativa o como docentes, nuestro trabajo no debe y no puede terminar en este punto. Esto sería como si fuésemos al médico y éste simplemente nos dejara un diagnóstico sobre la mesa sin una pauta a seguir… Y aquí llega otro escenario que a veces nos encontramos como orientadores/as: Si tiene una necesidad que lo trabaje el/la PT/AL… Esto dará para otra entrada más adelante en el blog.

 

Siguiendo con el mundo “etiqueta”, decir que tengo la sensación de que últimamente nos da miedo o reparo etiquetar o clasificar por lo anteriormente mencionado, y sería un miedo lógico pero también es verdad que las etiquetas siempre han existido y no siempre de forma tan constructiva como a día de hoy: El vago, el que no se entera ,el consentido, el lento,…. Muchas veces puestas por profesorado, familias u otros agentes dentro de la educación. 

 

Debemos perder el miedo a etiquetar puesto que perder dicho miedo nos ayudará a concretar la respuesta educativa y no solo centrarnos en el diagnóstico psicopedagógico, yendo así más allá: hacia una valoración, hacia una propuesta. Pero no podremos llegar a ésta sin pasar por un proceso de valoración. Otro tema será el cómo lo hagamos como especialistas y las herramientas o modelos que usemos, pero nadie le diría a un médico que no etiquete al realizar su diagnóstico. La evaluación, psicopedagógica en nuestro caso, siempre es punto de partida y nunca punto final.